Las Sinfonías de Beethoven han sido muchas veces
consideradas como una ruptura con el pasado, con la tradición formal que
adquiere en el clasicismo su máxima expresión. Sin embargo esto no es del todo
cierto. La forma sonata y su aplicación a la sinfonía, que proviene de
los hijos de Bach y la escuela de Mannheim hacia 1760, y llega con Mozart y
Haydn a un gran esplendor, no va a ser quebrada por Beethoven que lo que hace
más bien es explotar las grandes posibilidades de la forma, manteniendo en lo
esencial sus principios: exposición desarrollo y re exposición de ideas
contrastadas o complementarias. La novedad en Beethoven es el sentido dramático
abstracto, con una narrativa que es más sugerente y poderosa.
Beethoven representa notablemente bien el espíritu
revolucionario de la segunda mitad del siglo XVIII, que configura la
Independencia Americana (Estados Unidos e Iberoamérica), y sobre todo la
Revolución Francesa. Sus ideas revolucionarias buscan un ideal “Que la amistad,
junto con el bien, crezcan como la sombra de la noche hasta que se apague el
sol de la vida”; no lo llevan al radicalismo jacobino y a la
inestabilidad de la era del terror, sino más bien al concepto del orden y
de bien. Beethoven es un republicano que cree en un momento que Napoleón va a
imponer en el mundo un orden nuevo que realice los ideales de libertad,
igualdad y fraternidad. Es un revolucionario que vive rodeado de condes y
príncipes, algunos que desde la aristocracia comparten algunos de los ideales
libertarios en boga entre las mentes ilustradas.
Es muy cierto que su música traduce este espíritu de época,
pero también lo hace la de muchos contemporáneos suyos que, sin embargo, no
alcanzaron las cumbres a las que Beethoven llegó. No existe ningún compositor
que haya retratado de modo tan original por un lado, como vívido por otro, el
romanticismo heroico de los años de Napoleón Bonaparte y de la independencia
americana, que son precisamente los mismos en los cuales compone sus nueve
sinfonías. Sin embargo, la gran revolución de Beethoven se dio en el
ámbito de la música y sus raíces son fundamentalmente musicales. El espíritu de
conflicto y lucha está también en Mozart, aunque se expresa de otra manera:
Mozart ve la oscuridad desde la luz. Beethoven por regla general ve la
luz desde la oscuridad. Busca la luz, dominando su destino “Me apoderaré del
destino agarrrándolo por el cuello. No me dominará”.
Desde joven Beethoven abandona el estilo galante que lo
constriñe; necesita de la libertad para crear. Afirma: “La libertad y el
progreso son el objeto, tanto del arte, como de la vida en general”. No
obstante, en Beethoven la libertad creadora no es un fin, sino algo
simplemente necesario. El fin es la creación misma.
El personaje Beethoven se presenta irrespetuoso, irreverente
y hasta malcriado e irascible. La Revolución había producido una moda,
especialmente entre los artistas: una manera de vestir, de hablar, de
comportamiento irrespetuoso. Pero más allá de la moda y del carácter propio sin
duda explosivo e irascible, el terrible Beethoven fue en gran medida
construido por la sociedad vienesa, Schubert antes de conocerlo tenía pavor de
tratarlo y se encontró con un hombre sencillo, tierno. Al respecto Beethoven
habrá de señalar: “Los que piensan o dicen que soy malévolo, obstinado o
misántropo, cuánto se equivocan acerca de mí”. Su música sin embargo representa
al “mal educado”, poco pulcra o galante, brusca en sus sonoridades, con
sforzati imprevistos. Pero esto responde también a un concepto propio del
arte y del genio: “Todavía no se han levantado las vallas que le digan al
talento: De aquí no pasarás”.
Es interesante una observación hecha por Haydn en la corta
época en que fuera maestro de Beethoven, que pone de manifiesto el espíritu
indómito y la originalidad del genio de Bonn: “Usted tendrá un rendimiento
mayor del que hasta ahora ha tenido nadie, pues posee pensamientos que nadie ha
poseído todavía. Jamás sacrificará usted un bello pensamiento a una regla
tiránica, y hará bien en ello. Pero debe sacrificar sus caprichos a las reglas,
pues tengo la impresión de que usted tiene varias cabezas y varios corazones.
En sus obras se encontrará siempre algo fuera de lo corriente, cosas bellas,
pero también algo singular y oscuro, porque usted mismo es un poco tenebroso y
singular."
En muchas obras de Beethoven hay materiales musicales
provenientes de la música revolucionaria francesa; se sabe sin embargo que en
su biblioteca no había literatura francesa del siglo XVIII. No obstante, con
materiales del acervo revolucionario no produce Beethoven una obra
ideologizada. A fines del siglo XVIII cobra un gran predominio la música
militar; esto ya se observa en Mozart y en Haydn, con la percusión turca y las
fanfarrias. En la música eclesiástica y en la música sinfónica lo militar se
sacraliza como símbolo del triunfo de la cristiandad contra el Gran Turco,
consolidado en el siglo XVIII, y esto en Viena, acosada por los turcos en 1529
y en 1683, adquiere mayor importancia. Pero en la época de la revolución
y en la napoleónica la música militar se convierte en moda.
La presencia de lo militar en Beethoven es propia de la
moda, pero cobra otro sentido. En sus sinfonías especialmente, con un mayor
predominio de los instrumentos de viento y sonoridades militares vigorosas, no
se conmemoran triunfos militares o políticos; lo que se celebra es la
humanidad, como protagonista de una lucha; pero es el héroe, el mediador,
el que ha de luchar por la humanidad. Fue Napoleón en principio, pero
particularmente fue Beethoven mismo este héroe. Con sus luchas, con su
dialéctica del sufrimiento y la alegría Beethoven intenta redimir a la
humanidad. Los temas militares de moda cambian de sentido, se hacen
transcendentes en Beethoven, escapan a la simple moda, a la ideología
revolucionaria.
La creación artística trasciende a la historia en la cual
surge. Pero esta lucha no está al margen de la composición, la obra de
arte no lo la evoca simplemente. La obra es fruto de la lucha. La alegría no se
conquista o se crea, es la creación misma. Y esta alegría está y se da en
la vida misma, se manifiesta en contextos reales. Beethoven dirá “Nosotros
seres limitados de espíritu limitado hemos nacido solo para el
sufrimiento y la alegría, y casi se podría decir que los más eminentes se apropian
de la alegría a través del sufrimiento”. Esta peculiar dialéctica no sitúa a la
alegría y al dolor como dos fuerzas antagónicas, el dolor, la lucha, es el
camino a la alegría.
Se sabe que cuando Beethoven llegó a Viena ya tenía el
proyecto de ponerle música a la oda a la alegría de Schiller. La relación
heroica entre el dolor y la alegría ya era su tema; aunque a lo largo de los
años, su propio drama personal irá formando en él este sentido de la alegría
como conquista dolorosa.
Beethoven consideraba que la música constituye una
revelación más alta que ninguna filosofía. Sus sinfonías son antes que nada una
filosofía expuesta en música. Por alguien que dice además: “Hay momentos en que
me parece que el lenguaje no sirve todavía absolutamente para nada”, y que
piensa que hay cosas que solo puede decir con el piano o con la orquesta.
Si bien la temática musical cambia de sinfonía en sinfonía,
a diferencia de lo que ocurrirá en Mahler, y no son muchos los casos en los que
melodías o motivos pasan de una a otra sinfonía, se puede afirmar que hay un
trasfondo común a todas, que permite concebirlas como una sola gran obra.
Las Sinfonías de la Libertad como bien podríamos denominar a
las nueve de Beethoven fueron estrenadas entre el año de la Batalla de Marengo (1800),
que marcó el auge de Napoleón y el de la Batalla de Ayacucho, que selló la
independencia de Sudamérica[1]; años en los que se creía que la libertad era
fruto de la osadía y el valor de grandes héroes armados de espadas y bayonetas.
Beethoven sin embargo creía al parecer en otro héroe: en él mismo.
[1] La novena sinfonía se estrena seis meses antes de la
Batalla de Ayacucho y tres años después de la muerte de Napoleón en Santa
Elena, en 1821, el mismo año de la declaración de la independencia del Perú por
San Martín.
Escrito por José Quezada Macchiavello.
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