La Sinfonía N°1 en do mayor, Op 21 de Ludwig Van Beethoven,
compuesta entre 1799 y 1800, con algunos apuntes que datan de 1795, fue
dedicada al Baron Gottfried, Freiherr van Swieten, un personaje importante
ciertamente: diplomático, político, bibliotecario imperial y compositor
aficionado aunque de poca relevancia y talento, masón como Mozart, a quien
protegió en la época de Idomeneo y El Rapto del Serrallo, y a quien le hizo
conocer las grandes obras corales de Haendel, lo cual fue un hecho muy
significativo en la evolución del lenguaje mozartiano.
La Sinfonía en do mayor de Beethoven fue estrenada el 2 de abril de 1800 en el
Burgtheater de Viena en un concierto organizado por el mismo compositor. Su
recepción fue polémica; algunos la encontraban muy semejante a la Sinfonía N°
41 en do mayor “Júpiter” de Mozart, o a las últimas de Haydn. Cierto es que la
primera sinfonía beethoveniana está en línea de continuidad clásica con las
Sinfonías de Londres de Haydn y las últimas de Mozart, como exponentes cabales
del apogeo del clasicismo vienés. El modelo formal y expresivo de Haydn, sobre
la base de grandes contrastes que dan variedad en la unidad, ha sido cabalmente
comprendido por Beethoven, pero de ningún modo la sinfonía suena a Haydn y
menos a Mozart. Hubo también quienes la encontraron extraña con excesivas
modulaciones y raros contrastes; un crítico llego a referirse a la obra como
una caricatura de Haydn llevada hasta el absurdo. Sorprendió especialmente el
inicio con un acorde de sétima sin preparación. Fue tomada como un audaz
desafío a Haydn, que era el más importante compositor vivo en Viena, y
probablemente fue percibida como violenta y de emociones desbordantes por un
público aún acostumbrado a las obras galantes; pero hoy nadie la consideraría
así, sino más bien briosa y juvenil, rebosante de vitalidad, comparándola sobre
todo con las posteriores sinfonías impares. Muy seguramente las comparaciones
con Haydn antes que las críticas a la obra en sí molestaron a Beethoven.
No obstante la polémica recepción, la obra se estrenó el mismo año de 1801 en
Leipzig, en 1807 en París y en 1813 en Londres.
A diferencia de Mozart, Haydn y Schubert, Beethoven no estrena
públicamente una sinfonía hasta cumplir los 30 años. Cierto que hay pocas obras
de Haydn compuestas antes de los 30 años, aunque entre estas hay una veintena
de sinfonías al menos. Mozart compone su notable sinfonía N° 38 “Praga” pocos
meses después de cumplir 30 años. Schubert muere a los 31 años y deja ocho
sinfonías y algunas más perdidas. Beethoven va más lento; tardará 24 años para
lograr componer sus nueve sinfonías.
La Sinfonía Op 21 no es la primera obra orquestal de Beethoven, encontramos en
su catálogo los dos primeros conciertos de piano: el N° 2 en si bemol mayor Op
19 y el N° 1 en do mayor Op 15 (compuesto después aunque publicado antes
que el segundo). Se conocen además varias obras antes del Op 1, los tríos
dedicados a Haydn de 1793 (publicados en 1795); es así que hasta nuestros días
han llegado varias obras orquestales, como los 12 minuetos y 12
contradanzas de 1795 (distintas a las que contienen el tema del final de
la Eroica que son de 1800) y un concierto para piano que suena
bastante a Mozart y a sus contemporáneos. Se considera actualmente, además, que
es muy probable que antes de 1800 Beethoven hubiera compuesto al menos
otra sinfonía no publicada y perdida.
Como ocurre en los primeros conciertos para piano y orquesta y en los cuartetos
y sonatas compuestos por Beethoven en la última década del siglo XVIII, la
sinfonía en do mayor nos muestra al compositor explorando en un mundo en el
cual realizaría posteriormente sus grandes hallazgos formales y expresivos
La sinfonía en do mayor es vista hoy como el primer gran paso del maestro que
llega a cimas insospechadas en varias de sus sinfonías posteriores, hasta
alcanzar la cumbre más grande en la última. Pero es posible que si Beethoven no
hubiera compuesto más que esta sinfonía, habría destacado bastante entre sus
contemporáneos, por el valor intrínseco de la obra y sus hallazgos; ocurre lo
mismo con el compositor checo Jan Václav Hugo Voříšek (1791-1825), cuya
sinfonía en re mayor de 1821, la única compuesta por este maestro, siendo
bastante conservadora es un buen exponente de la época final del clasicismo y
temprana del romanticismo, que no ha caído en el olvido.
La primera sinfonía es más clásica que algunas de las obras compuestas antes
por Beethoven como la la Sonata para piano nº 8 en do menor Op. 13 “Patética”
compuesta tres años antes que la sinfonía, en la cual, aún con mucho de Mozart
el estilo original del primer Beethoven aparece claramente definido y las
puertas del romanticismo empiezan a abrirse. Sin embargo en una obra
contemporánea de la primera sinfonía, el Septeto en Mi bemol mayor, op. 20
"Septimino" no encontramos la intensidad dramática y
atormentada de algunas de las sonatas, sino la elegancia y el carácter
galante de las serenatas de Mozart, como la alegría despreocupada de
Haydn de manera aún más marcada que en la Sinfonía en Do mayor.
La partitura de la primera sinfonía de Beethoven presenta una orquesta
sinfónica clásica con 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes, 2 cornos 2
trompetas, cuerdas (violines I y II, violas violonchelos doblados a la octava
baja por contrabajos) y timbales. En el ámbito de la orquestación no hay
grandes novedades aún, ante las obras de sus predecesores del clasicismo
vienés.
La introducción del primer movimiento Adagio Molto, empieza con un
acorde de do, pero de do 7 sin preparación, algo realmente inusitado. En los
tres primeros compases hay una sucesión de acordes de séptima de
dominante secundarias, con sus resoluciones respectivas: Do 7 que resuelve en
Fa mayor; Sol 7 cuya resolución es deceptiva al ir a la menor; y Re 7 que
resuelve en Sol mayor (la dominante de do mayor), centro tonal sobre la cual se
extienden los nueve compases siguientes, para dar paso a un Allegro con
Brio en forma sonata, con un primer tema de incisos cortos y un segundo
algo más lírico. El desarrollo, que presenta un cierto patetismo, tras varias
modulaciones concluye en la menor (en la dominante), para después de un breve
puente de seis compases empezar la re-exposición del tema principal, que no es
exacta en orquestación a la aparición primera del tema en la exposición, como
ocurre en Haydn o en Mozart; esto es algo que va a ser característico del
modo como Beethoven trata la forma sonata. Otra característica novedosa es que
en la re- exposición pareciera continuar desarrollándose el primer tema, y que
la coda final está precedida de una especie de segundo desarrollo. Este
recurso alcanzará proporciones mayores en las sucesivas sinfonías.
Al final del movimiento se acentúa un carácter marcial; recordemos que el
estreno de la sinfonía se produjo a poco menos de dos meses antes de la Batalla
de Marengo, en la cual el Cónsul Bonaparte derrotara a los austriacos
comandados por el general Michael Von Melas, sellando el éxito de la campaña
italiana de Napoleón.
El segundo movimiento, Andante cantabile, empieza en canon con un
tema de minué lento expuesto por los segundos violines, el carácter es
delicado, con algo de ternura inclusive, aunque del estilo galante tiene ya muy
poco. La forma sonata está presente, lo que no es común en los movimientos
lentos, pero los dos temas son poco contrastantes. En el breve desarrollo, las
modulaciones imprimen un carácter más tenso, sin embargo no hay un patetismo
comparable al que se presentará en los movimientos lentos de las posteriores
sinfonías de numeración impar. La re-exposición del tema va acompañada de un
contrapunto que le confiere variedad. El carácter amable se mantiene a lo largo
de todo el movimiento, alejado aún del espíritu abiertamente romántico
que se puede encontrar en la música de cámara del compositor anterior a la
sinfonía como el Adagio Affettuoso ed appassionato,segundo movimiento del
Cuarteto N° 1 en Fa mayor, Op 18 N° 1, o los movimientos lentos de
cualquiera de sus diez primeras sonatas para piano, igualmente anteriores a la
sinfonía, como por ejemplo el de la mencionada Sonata Patética. El piano le
permite al primer Beethoven un intimismo y una profundidad que no encuentra aún
en la orquesta.
La verdadera innovación está en el Menuetto – Allegro molto e vivace (tercer
movimiento) que a pesar de la denominación no es precisamente un minueto
sino un scherzo veloz y de un carácter un tanto rudo completamente ajeno a lo
cortesano. Un antecedente es el Scherzo, Allegro Molto del Cuarteto
N° 1 en Fa mayor, Op 18 N° 1 (denominado Scherzo no Menuetto).
Cabe recordar no obstante que Haydn en varias de sus sinfonías presenta
un espíritu marcadamente popular cercano al ländler, pero Beethoven llega
en este movimiento a algo bastante más osado, muy alejado de toda reminiscencia
aristocrática. Es el primer gran paso hacia los grandes scherzi de
las siguientes sinfonías impares, pero no cabe duda que su interés no esa
solamente ser un gran paso.
El cuarto movimiento, Finale – Ada|gio, allegro molto e vivace, se inicia
con un fortissimo en la dominante, al que suceden en un contrastante piano fragmentos
de escalas de valores diferentes. Esta introducción de apenas cinco compases es
muy original y manifiesta un estilo ya muy diferenciado. Sucede a
continuación una forma sonata de carácter chispeante ceñida al modelo formal de
los movimientos finales de las sinfonías de Londres de Haydn. Como ocurre
en el primer movimiento, aunque de manera más sutil, al concluir la sinfonía
parece imponerse un carácter militar propio de la época revolucionaria sobre el
espíritu despreocupado y risueño que ha prevalecido en el movimiento.
El joven Beethoven, protegido por nobles vieneses, admira al Gran Corso, el
mayor enemigo de Austria entonces, y se identifica con su espíritu dominador,
que pretende imponer un nuevo orden en el mundo. Beethoven con su primera
sinfonía ha dado inicio a la gran revolución que impondrá un nuevo orden y
nuevos valores en el ámbito de la música sinfónica.
En cinco años Napoleón, convertido en Emperador y por ello detestado por
Beethoven, vencerá a los austriacos en Ulm y luego destrozará sus ejércitos en
Austerlitz. En 1806, el año en que compone su plácida cuarta sinfonía,
Francisco II de Austria se verá obligado a disolver el Sacro Imperio Romano
Germánico. En 1809, Beethoven habrá compuesto seis sinfonías y Napoleón asolará
Viena. ¿Podía presentirse en esta hoy inofensiva primera sinfonía el inicio de
unos años de cambios violentos? Es probable que el asombro y hasta pavor
que produjo en el público vienés, connotara un temor por el advenimiento de una
época inestable y turbulenta.
Versiones Recomendadas
He elegido para ilustrar estos textos una de las mejores versiones
contemporáneas de ciclo de las Nueve Sinfonías de Beethoven, la de Christian
Thielemann con la Orquesta Filarmónica de Viena, editadas en 2010.
También refiero como interesantes entre las más recientes, las versiones
de Paavo Jarvi con la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen (2009) de un concepto
muy diferente al de Thielmann.
Destaco entre las de algunas décadas atrás, las versiones de John Eliot
Gardiner con la Orquesta Revolucionaria y Romántica, grabadas entre 1991 y 1994
en conciertos en diversas ciudades europeas; las de Leonard Bernstein con la
Orquesta Filarmónica de Viena de fines de la década de 1970; las de Karl Bohm
(1972), también con la Orquesta Filarmónica de Viena; las famosas de
Herbert Von Karajan con la Orquesta Filarmónica de Berlín (las de 1970 más que
las de 1986); las de George Szell con la Orquesta Sinfónica de Cleveland y la
Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, grabadas entre 1957 y 1968. Versiones
legendarias, referentes imprescindibles, aunque de perspectivas opuestas entre
sí, las grabadas en los años 40 y 50 del siglo XX por Arturo Toscanini con la
Orquesta Sinfónica de la NBC y Wilhelm Furtwängler con la Orquesta Filarmónica
de Berlín y otras orquestas.
Mencionaré además de estas versiones, otras específicas para cada
sinfonía. En el caso de la primera recomiendo también la de Otto Klemperer con
la New Philharmonia Orchestra, grabada en 1970 y la de George Solti con la
Orquesta Sinfónica de Chicago de 1975.
Escrito por José Quezada Macchiavello.
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